Tus ofrendas apoyan la proclamación del Evangelio, el cuidado de la iglesia y el avance del Reino de Dios. Damos no por obligación, sino como un acto de adoración, reconociendo que todo lo que tenemos proviene de Él. Respondemos con gratitud y fe, confiando en que nuestras contribuciones forman parte de la obra que Dios está haciendo entre nosotros y a través de nosotros.